CUENTOS QUE ENSEÑAN

LAS CUATRO ESTACIONES

 Había una vez un hombre que tenía cuatro hijos.

El hombre buscaba que ellos aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente; entonces los envió a cada uno por turnos a visitar un peral que estaba a una gran distancia.
.El primer hijo fue en el invierno, el segundo en la primavera, el tercero en el verano y el hijo más joven en el otoño.
Cuando todos ellos habían ido y regresado; su padre los llamó, y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, dijo que estaba cargado de flores, que tenia aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa más llena de gracia que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, y dijo que el peral estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.
Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
Les dijo a todos que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, solo por ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida puede ser solo medida al final, cuando todas las estaciones ya han pasado.
Si tú te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano, y la satisfacción del otoño.
No dejes que el dolor de una estación destruya la dicha del resto.
No juzgues la vida solo por una estación difícil.
Aguanta con valor las dificultades y las malas rachas, porque luego disfrutarás de los buenos tiempos.
Sólo el que persevera encuentra un mañana mejor.

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                           LA BAILARINA BAJO LA LLUVIA 


Una a una empezaron a caer las gotas de lluvia junto con rayos y relámpagos; toda la gente comenzó a correr tratando de resguardarse de la tormenta. Yo seguí caminando y pensando, las gotas de agua eran tan refrescantes. El viento era fuerte y la vi; fue como estar en el cielo y que el tiempo pasara en cámara lenta, su piel era parda, sus ojos perlas negras que hechizaban con solo verla, su sonrisa angelical y seductora; vestía unos jeans y una camisa amarilla, ella era el sol en aquella tormenta. Como si hubiera nadie a su alrededor, bailaba bajo la lluvia de una forma espontanea y feliz mientras sus cabellos ahora mojados se agitaban por la brisa. En un abrir y cerrar de ojos desapareció.
Esa noche cuando llegue a casa, pensé en ella es su forma de bailar, en como su ropa se pegaba a su cuerpo y hacían denotar sus curvas: pero más que nada pensaba en su sonrisa y en sus bellos ojos, en esa hermosura que nunca había visto. Aquella noche soñé con esa extraña mujer bailarina de la lluvia, soñé que la seguía en su baile por todo París hasta la torre Eiffel donde ya cansados, nos sentamos y fijamente nos miramos, sin decir ninguna palabra, nuestros ojos eran lo que hablaban por nosotros.

A la mañana siguiente, recorrí el mismo camino donde la había visto, guardando la ligera esperanza de volver a verla. Camine más lento y cabizbajo al no verla y pude ver un anuncio, la llegada de un circo a la ciudad, su nombre era, Soir de Rëver. Arrugue y bote el volante porque iba a trabajar. Todos los días pensaba en ella. Pasaba un día tras otro por el lugar donde la había visto bailar, para ver si tenía la suerte de encontrarla o solo verla para saludarla, para escuchar su voz y ver su sonrisa y sus ojos de nuevo; pero no sucedió así. Después de una semana de haber visto a la bailarina misteriosa y el aviso del circo, decidí ir, como no tenía amigos en la ciudad ni familiares, fui solo.
El circo se había acentuado en el terreno baldío, había mucha gente, vendedores ambulantes y también ese asqueroso olor a excremento de animales. Quería salir de ese mar de gente, de todo eso que odiaba; pero no lo hice, algo muy dentro de mi ser me decía que entrara a ver el espectáculo. Me forme en la fila y entre. Ya habían pasado quince minutos y la función no empezaba. Comenzó a la media hora, hicieron una gran apertura. Se presentaron los malabaristas. Los payasos, focas, elefantes, la contorsionista y demás.
Y ahora con ustedes Monique Saint  La trapecista, démosle un fuerte aplauso- anuncio el presentador, todos aplaudieron en compás y La trapecista salió. No lo creía, Monique Saint era mi bella bailarina, la que había estado buscando todos esos días, estaba allí, ahora más hermosa con su traje pegado al cuerpo, 



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